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La sociedad civil se expresa en las ondas

Por RITS - María José Atiénzar   20 de maio de 2002
La radio es, entre todos los medios de comunicación de masas, el de mayor facilidad de acceso y penetración, a bajo coste y con gran flexibilidad, especialmente en los países en desarrollo. Su bajo coste de producción y distribución, hace posible que la radio enfoque temas de interés local. Mientras tan sólo un 30% de la programación de la televisión latinoamericana es de producción propia, con casi un 70% de origen estadounidense, la mayoría de la radio se produce de forma local o nacional. Y lenguas como el quechua, hablada por 10 millones de personas en Ecuador, Bolivia y Perú, están ausentes en las pantallas de televisión en esas regiones. Sin embargo, se calcula que sólo en Perú, 180 emisoras de radio ofrecen programación en ese idioma. Esto indica el importante papel que puede jugar la radio en la preservación de las culturas y lenguas locales. Su accesibilidad hace que tenga una importancia especial en áreas rurales y comunidades donde la radio es la única fuente de información. Se usa como medio para transmitir mensajes entre comunidades dispersas y para una serie de funciones que van desde la educación y la promoción social hasta las propuestas activas en derechos humanos, medio ambiente, apoyo a redes de mujeres, etc. La contribución de la radio para promover el desarrollo y la democracia, a través de la participación de grupos y comunidades menos favorecidas resulta innegable.

La experiencia de Radio Sutatenza, en Colombia desde 1947, se considera el inicio de la alfabetización por radio. Numerosas emisoras surgieron en las décadas de los años 50 y 60 con la idea de responder a las necesidades de sectores marginados, mejorando sus condiciones de vida y promoviendo la justicia social. Se alfabetizaban los campesinos a través de las radios educativas, se organizaban en cooperativas de producción o de vivienda, pero no se mejoraba la situación, pues eran las estructuras sociales las que precisaban cambios profundos.

Por eso, las radios educativas -como recoge la ALER, Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica creada en 1972- evolucionaron hacia modelos de educación no formal, en paralelo al movimiento de educación popular, que apoyado en las propuestas de Paulo Freire, concebían los sistemas educativos oficiales como instrumentos reproductores de sistemas sociales injustos. Las radios se comprometieron entonces con las organizaciones de base y crearon programas educativos vinculados a la realidad inmediata de los pueblos. La gente comenzó a expresarse y a participar en las radios. Así conocimos, por ejemplo, la situación de los mineros del estaño en Bolivia gracias a su presencia en los micrófonos locales.

En la década de los 70, aparecieron las radios insurgentes, vinculadas con los movimientos revolucionarios de izquierdas. Son emblemáticas la salvadoreña Radio Venceremos y la Radio Sandino de Nicaragua. En los 80, se incrementó la necesidad de expresión de grandes sectores de la población, la defensa de identidades, culturas y formas de vida locales. Surgieron numerosas radios comunitarias con ofertas alternativas y ciudadanas. Sería imposible citar todas las experiencias valiosas, a modo de ejemplo, podemos citar a Radio Santa María "La Voz del Pueblo Aymara" o Radio Amazonía, dedicadas a preservar la lengua y culturas locales apoyando el desarrollo sostenible, otras como Radio Universidad y Puntos de Encuentro en Nicaragua, trabajan por la formación de los jóvenes y contra la violencia intrafamiliar, por ejemplo. Algunas radios han hecho de la prevención y el combate de la corrupción un punto prioritario en su agenda informativa. Muchas emisoras forman parte de estrategias de desarrollo integral de los campesinos, impulsadas desde organizaciones no gubernamentales.

Las radios comunitarias suponen cauces de participación, de expresión y de diálogo dentro de las comunidades. Surgen "para democratizar la comunicación, dar voz pública a los desfavorecidos y excluidos, defender los derechos humanos, proteger la diversidad cultural y contribuir al desarrollo humano". No se trata sólo de articular propuestas sino de ser un servicio público para la transformación social, involucrarse como sociedad civil organizada, no sólo como un medio.

La Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC), creada en 1983 cuenta actualmente con más de 3.000 radios comunitarias asociadas en 110 países. Apuestan con fuerza por la defensa del derecho a la comunicación a niveles vecinales, locales, nacionales e internacionales. Redes de este tipo organizan campañas radiales de justicia social, por ejemplo contra el racismo o de apoyo a la mujer, y tienen amplia repercusión por la facilidad de difundir mensajes en los rincones más apartados. Además, AMARC ofrece distribución, intercambio, capacitación y acceso a las nuevas tecnologías con su programa Moebius, y realiza en Internet, con su "Planeta Radio" programaciones para uso de otras radios comunitarias.

Para las radios actuales, es de gran importancia el uso de Internet que permite sostener a menor coste algunas iniciativas. Pero los beneficios de Internet dependen de una infraestructura de telecomunicaciones a la que sólo llegan unos pocos. La llamada brecha digital no se agrava sólo por el factor tecnológico, sino por la creciente desigualdad entre mundo desarrollado y países empobrecidos. Es esa desigualdad la que genera "info-ricos" o "info-pobres". También la liberalización y la privatización afecta en gran medida la vida de muchas emisoras. La competencia creciente supone reducir gastos, produciendo programas más baratos o compartiendo gastos con otras cadenas. Así, la concentración está haciendo perder contenidos locales y perspectivas alternativas. Los imperios multimedia nacionales e internacionales se comen a los cientos de emisoras independientes locales y con ello la gran riqueza de la diversidad humana y cultural. Han pasado más de veinte años de aquel informe Mac Bride "Un solo mundo, voces múltiples" y ese viejo sueño sigue siendo posible y necesario.

*María José Atiénzar é jornalista do Centro de Colaboraciones Solidárias.

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